Hay una voz que no emplea palabras. Escúchala

Rumi

Hay una soledad que nutre y una soledad que abre heridas no curadas.

La soledad es la misma, lo que es diferente es la base sobre la que se sustenta.

Si la certeza de sentirse amado la sostiene, la soledad es un vacío que nutre, pero si la soledad reposa sobre el abandono, es un agujero que parece no tener fondo y que supura de dolor.

El dolor que se resquebraja con la soledad, está tejido de recuerdos no recordados, de vivencias antiguas de desamor que no pudieron guardarse en el archivo de la memoria y quedaron atrapadas en el túnel del tiempo gritando a través de los ecos que se manifiestan en el cuerpo.

Es por eso, por lo que la soledad se vuelve sonora, y las voces se tornan mensajeras de las heridas que están por sanar.

La soledad es la puerta de entrada para escuchar los nombres de nuestra falsa identidad, la que fue construida desde el miedo y la que, con la coraza de la protección, nos aisló de quien verdaderamente somos, más allá de los ladrillos de la vergüenza, de la rabia, y de la culpa.

No basta con comprender que las causas de las heridas son fruto de la ignorancia o de la mirada estrecha de quien hiere, es necesario que haya  una buena digestión emocional para que los nudos del alma puedan soltarse y así, poder liberar la coraza escudo que se interpone entre el ser  profundo y nuestra identidad .

¿Y cómo hacer para cambiar el clima interior de nuestros recuerdos blindados, que nos llevan a abrigarnos del falso frio que a veces nos envuelve y congela la expresión de la energía con la que tejemos las relaciones de la vida?

Armándonos de valor, cogiendo aire , buceando hacia la profundidad de nosotros mismos y, cuando veamos emerger una sombra desdibujada por el miedo, atrevernos a sentirla y atravesarla con la   mirada de la luz de la consciencia.

Al transitar cada sombra, los recuerdos dejan de estar teñidos del color del dolor y se transforman en fotos que el tiempo ha coloreado con el tono sepia de lo que ya no importa. Entonces sentimos que se liberan muchas emociones atrapadas y, la luz de la comprensión, nos devuelve lo que siempre nos ha pertenecido, la dignidad de ser uno mismo.