Elisabeth Kubler Ross nos dejó como legado, a través de sus lecturas, el sabio consejo de vivir para decir adiós, vivir siendo conscientes que cada instante que pasa nos acercamos a la muerte.
Desde la perspectiva que da la despedida ¿podemos encontrar el sentido a la vida?
Si trato de responder a esta pregunta acerca del sentido de la vida desde la perspectiva de la muerte, me viene con claridad, que vida y muerte son un mismo proceso, que estamos constantemente muriendo y que morir no es ni más ni menos que aceptar la transitoriedad de la vida.
Todo cambia, todo se mueve, nada es igual de un momento a otro. Nuestros sentidos no pueden captarlo, y nuestra mente hace fotografías fijas de la realidad, en un intento de aferrarse a una sólida y supuesta estabilidad, que es solo una ilusión que nos mantiene en la ignorancia y en el sufrimiento.
Desde esta mirada que capta la transitoriedad y la finitud de la vida, ¿hay algo que no cambia y que tiene continuidad? Aparece la respuesta de manera diáfana ante mí, lo que no cambia y permanece inalterable es mi capacidad de darme cuenta, la consciencia que mira y que observa.
Cuando enfoco mi atención en el ver, el darme cuenta, el observar y el contemplar, percibo una presencia envolvente y permanente, un aroma de ser que siempre me acompaña.
Vivir desde la perspectiva que da la despedida es un gran señalador de dónde tengo que poner la atención consciente en cada momento. Si me aferro a lo que cambia y, de lo que me tengo que despedir tarde o temprano, sufro y me desespero, sin embargo, si me centro en la parte que mira sin apegarse, pero amando y dejando ir, encuentro una luz que va disipando la tristeza de la pérdida.
En la medida que me enfoco en la sabiduría de la naturaleza de la realidad, que solo tiene que ser observada, si estamos dispuestos a verla, la muerte es un cambio de casa, un cambio de forma, un cambio de manifestación, una transformación que no cesa.
Amar sin miedo, amar consciente, amar más allá de las apariencias, ese es el sentido de la vida desde la perspectiva de la muerte, agradecer, valorar, atender, disfrutar, perdonar y continuar.
Desde la consciencia de que sólo está muriendo la apariencia, y que la base del ser permanece, no lloro cuando la nube se convierte en lluvia, ni cuando la lluvia se convierte en nube y puedo disfrutar, transitando las diferentes formas, en el espacio infinito que las envuelve.
¿Puedo ver la belleza en el cambio, en las diferentes manifestaciones que emergen incesantemente en el fluir de la vida?
De nuevo aparece ante mí una respuesta clara: abrirse a la muerte es abrirse a la belleza de la vida, nacer y morir no son más que dos manifestaciones de un mismo proceso que es el ser.
Cuando se dan las condiciones nazco, cuando se dan las condiciones muero, nacer no es el principio, morir no es el final.